Llega el final del trimestre y, de nuevo, todo el follón del papeleo.
Recopila las facturas de aquí y de allí, presenta todo a tu asesor, revisa que no hayas fallos y…, desde luego la parte más dolorosa, ve como gran parte de ese dinero que te ha costado tanto ganar…
Se va en pagar el IRPF, el módulo 349.587.351 o lo que sea.
Porque al final, a ti te da igual el número del módulo o como se llame el impuesto. A ti lo que te importa es la cantidad de pasta que pierdes y lo desesperante que se puede volver la burocracia.
La amplia mayoría de semanas trabajas de lunes a domingo para poder atender a todos los clientes que te entran. Y lo haces para generar más ingresos y hacer crecer tu negocio, pero a la hora de la verdad, lo único que haces es trabajar para el Estado.
Un Estado en el que solo ves corrupción, una sanidad que va de mal en peor y una educación que solo sirve para convertirnos en peones de su juego. Un sistema para aleccionarte y convertirte en un mero generador de impuestos.
A ti todo esto te asquea y te gustaría poder escapar de esa jaula supuestamente de oro en la que se ha convertido tu país.
Pero, ¿es eso posible? ¿Se puede escapar del Estado?
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